"No tenemos comida" fue la justificación de los participantes.
Miembro de Jóvenes Unidos por la Educación
Muchos hemos lamentado los sucesos acaecidos en nuestro país el fin de semana. Se trata de actos calificados de innecesarios y hasta salvajes. Vandalismo, saqueo o delincuencia común, lo que salió a relucir fue la respuesta instintiva a un escenario crítico para muchos. El temor y la desesperación de algunos los llevó a cometer acciones inapropiadas. No hay manera de justificar estas acciones.
Para nuestros mayores, el saqueo después de la invasión es una página terrible de nuestra historia. Panameños robaron a panameños. Este antecedente funesto debe hacernos reflexionar.
No pretendo aprobar algo similar. Prefiero plantear que, si solo criticamos, no lograremos ningún resultado y seguirá ampliándose la brecha social. Es inaceptable que sea mayor la fractura de la sociedad panameña que en esta crisis debiera estar más unida que nunca.
Abundan explicaciones. Es inevitable considerar el aspecto más pragmático: cada quien hace según ha aprendido. La censura en las redes sociales y en los medios de comunicación masivos, es entendible. La interrogante a hacerse es qué haríamos en su lugar.
"No tenemos comida” fue la justificación de los participantes. Es probable que se trate de personas que aprendieron a pedir de esta forma. Tal vez no se les enseñó a ganarse el pan honradamente . Quizás sus padres o familiares fueron parte del saqueo de hace 30 años. Es un círculo vicioso que seguirá repitiéndose mientras las generaciones sigan aprendiendo de sus antecesores las prácticas del mal vivir.
No cabe duda que el barrio no hace a la persona ni es una limitante para que alguien sea una persona productiva al servicio de los demás. Se multiplican los ejemplos de hombres y mujeres que han surgido de entornos difíciles.
La sociedad panameña está segmentada. Es una realidad que muchos ignoramos.
No hay barrios marginales; hay marginación por la indiferencia de muchos de nosotros. ¿Cómo integrarlos? Es una tarea difícil que no debemos dejar a quienes viven en esos lugares. Nos toca de manera propositiva integrar a estos panameños al sistema social excluyente que inconscientemente hemos promovido.
Cada persona es importante: el que no suma, resta. Nuestro país necesita gente que sume, que aporte y que no sea motivo de críticas y causa de malestares.
Anhelo un país de primer mundo y aspiro que, a través de una educación incluyente y de calidad, podamos propiciar el escenario para que haya un verdadero cambio. Creo que cada uno pueda ser de beneficio para los demás. Si procuramos que todos en Panamá puedan educarse y encontrar su vocación, no tendríamos porqué preocuparnos por lo que hemos visto este fin de semana. Es probable que lo ocurrido es la manifestación de lo que hemos estado sembrando sin querer con nuestra indiferencia.
Empecemos a ver con luces largas. No apuntemos solo al problema, sino a la solución. Algunos vandalizan propiedades. Muchos de nosotros hemos estado vandalizando vidas con nuestra indiferencia. ¡Tomemos conciencia! Cada panameño cuenta. Si todos tenemos la misma oportunidad de educarnos y de aprender sin ser excluidos y de acceder a una educación de calidad, saldremos adelante y terminaremos de una vez por todas con el principal crimen en nuestro país: la desigualdad.